“La diosa Momo tiene sus encantos;
me alejo, pero vuelvo a reincidir.
Me digo que tal vez no es para tanto
y llevo veinte años sin dormir”
“Es lunes 39 de febrero”, dice la frase emblemática que queda en la memoria al escuchar la canción que da nombre al nuevo disco de Tabaré Cardozo, octavo y contando, desde que saliera a la luz Poética Murguera en 2002. Aggiornado a las nuevas plataformas pero anclado en los códigos que entienden que “perdés aunque ganes la maratón”, el mismo día que el disco es presentado en plataformas digitales, el artista decide sacar el nuevo material al encuentro de su gente.
Al respecto, no fue casualidad ni el lugar ni el momento. Dentro del ciclo “Volvé a tu casa”, la Sala Zitarrosa vuelve a abrir sus puertas a diversos artistas de renombre, quienes vuelven a pasar por la sala en un formato que conjuga lo íntimo de la sala con lo imponente de las trayectorias de aquellos artistas que un día vio nacer como emergentes y hoy los ve volver, consagrados como algunos de los más importantes artistas nacionales.
Así, pasó Tabaré Cardozo y, como no podría ser de otra manera para uno de los máximos exponentes del género murguero (con “juegos de rock”), fueron necesarios tres días seguidos (23, 24 y 25 de junio) para que las quinientas treinta y un butacas traten de no dejar a nadie fuera.



“39 de febrero”
Así se titula el nuevo disco, que en su nombre conlleva una potente poética murguera que nos arrastra al penúltimo día de un eventual “carnaval perfecto” (en el que durante cuarenta días ininterrumpidos, celebra su carnaval). Por eso, en el último día, cuando ya “los payasos arrastran sus sombreros”, la voz que conjuga melancolía con la poética que esconde en sus metáforas su crítica social nos sintetiza en veintiún canciones sus reflexiones, hijas de veintiún años de carrera como artista consagrado en nuestro país (ya que si tomamos los años de murga, la trayectoria ya va bastante más hacia atrás).
En esta oportunidad, el repertorio del nuevo disco está compuesto por cinco canciones que re-versionan clásicos del diverso repertorio de la murga Agarrate Catalina, mientras que los otros dieciséis temas son inéditos. Otro dato no menor, es que en el correr de ese trabajo, el mismo suma quince invitados (nacionales e internacionales) que, en síntesis, lo vuelve un trabajo esencialmente rioplatense.
“La lluvia borronea el pizarrón”
Al igual que tantos otros espectáculos, éste comenzó desde la más absoluta oscuridad de la sala, que sin embargo en la cosecha de su propia siembra genera los aplausos ante la banda entrante.
Así, el coro murguero integrado por siete artistas entra en escena (y por orden de izquierda a derecha), conformado por Yamandú Cardozo, Martín Cardozo, Agustín Pittaluga, Carolina Gómez, Victoria Gómez, Eder Fructos, Álvaro Imbert. Esa puesta en escena, sumados a los guitarristas Pedro Alemany y Álvaro Pérez, el bajo de Leo Carbajal, la percusión de Martín Papu Ambrosio, la batería de Fede Moreira y Daniel Rosa al teclado, llenaron el ojo del espectador, que para entonces danzaba en su recorrido por el escenario.
La primera canción de la noche fue la presentación de Civilización, un clásico del 2010 por parte de Agarrate Catalina, recordando que hacia atrás, el contenido es mucho. Sin embargo, la segunda canción recuerda que, por las cinco canciones que se re-versionan de la murga, el artista sale con dieciséis temas inéditos a la cancha. Así, interpreta 39 de febrero que, si bien en el disco cierra la obra, en el espectáculo fue el puntapié inicial de lo nuevo que juega entre los viejos ropajes de cada etapa artística interpretando las inquietudes de su tiempo.
Para la tercera canción, dio un paso al frente del coro de murga la primera invitada solista de la noche, Carolina Gómez, para interpretar Vidas Comunes (que en el disco cuenta con la participación de Soledad Pastorutti). Luego, fue el turno de aquellas piezas hijas de los viajes de ruta de la banda, la murga y/o el artista, en sus ramificaciones que se urden hacia el rock. Así, la primera fue El Furgón, que contó con la voz de Camila Sapin y la armónica de Sandra Vázquez (quienes interpretaron con su arte lo que en el disco vincula a la cantautora argentina Hilda Lizarazu). Entre este tema y Todo el año es rocanrol (un permitido del disco Malandra, al que también sumaron su arte las artistas anteriormente mencionadas), se mecha una anécdota; la de una entrevista a John Lennon, quien en un tiempo donde otro era el rol y el juego de la intelectualidad con la sociedad de la que formaba parte, le preguntan “¿Qué es la vida?”, a lo que el legendario integrante de los Beatles respondió: “La vida es todo eso que pasa mientras nosotros estamos de gira”.
A continuación, fue el turno de Jorge Nasser, quien interpretó el primer tema que, por casualidad o causalidad de los impredecibles tiempos de la pandemia, vió la luz: Contradicción (que juega, reflexivamente, con el reflejo de nuestras propias palabras, que nos llevan a ser mi propio paredón. Luego, el turno de salir a escena fue el del argentino Darío “Pantera” Giuliano, quien interpretó Autitos Chocadores (un rocanrol que lleva al diálogo rioplatense el encuentro de dos estilos que, lejos de la complementariedad de las diferencias, encuentra a dos semejantes hermanados por un lenguaje poético y musical en común). Le siguió Maia Castro (quien además fue presentada como nueva integrante de Agarrate Catalina), para interpretar La Conjura, que desde sus vestigios de tango, milonga y rocanrol, juega con una figura de fondo que en sus alas de papel, al igual que las hojas que se pierden con el viento, nos recuerda también desde los lenguajes visuales que el recio desprecio del underground es tan frágil como el vuelo de una mariposa. Así, llegó el turno de Kaos o control, interpretado por Yamandu Cardozo, quien interpretó el rol del rock que, en el disco, es interpretado por el Pato Fontanet. Con la camaradería única que otorga la hermandad, la “vieja maestra” y el viejo “niño Milton” fueron el hilo conductor que habilitó, desde el delirio humorístico compartido, el pasaje hacia la canción Que Dios me libre, interpretada por Martín Cardozo (ante la gira del Zurdo Bessio por España, quien interpreta la canción en el disco). Así, una voz familiar a lo largo del proceso del propio artista le pone el cuerpo al mensaje que le ruega a la deidad ser liberado “del personaje que se come a la persona […] de disfrazar mi terquedad con consciencia”, en una poética fiel a la antigua tradición de estos artistas por mantenerse lejos del falso brillo.
Luego, retornando al repertorio murguero, fue el turno de La primera piedra, canción que forma parte de Civilización, el ya mencionado espectáculo de Agarrate Catalina en 2010. Enseguida fue el momento de dar paso a un invitado de lujo: el célebre músico y cantante rosarino, Juan Carlos Baglietto, quien con su presencia hizo poner de pie a la Sala Zitarrosa, para interpretar Manifiesto de la Media Verdad (que forma parte del espectáculo de la murga en 2019, siendo la canción final del espectáculo Defensores de causas perdidas). Así, el reconocido artista del rock argentino recordó al Chaqueño Palavecino, quien no solo era conocido por sus canciones tan icónicas como duraderas, sino también por la invitación constante a que otros artistas se apropien del escenario en sus propios conciertos; sobre eso, la similitud con Tabaré Cardozo se vuelve inexorable al no solamente presentar un disco de 21 canciones, sino además, ceder el espacio para compartir arte de otras tiendas.
Así, Baglietto pidió una guitarra y regaló a los presentes, junto a Daniel Rosa, quien entonces pasó al acordeón, dos canciones de su repertorio: Carta de un león a otro y El témpano. Las palabras sobran, si se intenta describir lo que genera ver el arte de Baglietto al hacer de la guitarra una extensión de sus extremidades, sin entrar siquiera en el detalle de tan emblemática voz. Y continuando una montaña rusa vocal, el turno de compartir el escenario fue esta vez del Pantera Giuliano, quien dejó parte de su repertorio propio, materializando en su arte que el río de la plata está mucho más cercano que sus dos orillas.
Y como dice Aristóteles: “una golondrina no hace al verano”, y el espacio cedido a los invitados está lejos de ser una mera casualidad cuando se trata de Tabaré. Por eso, quien volvió entonces al escenario fue Jorge Nasser, quien tuvo del anfitrión la admiración a partir del gesto que desembocó en la grabación de Cimarrón, una canción compuesta por el artista callejero (radical) llamado Alejandro Núñez, a quien Nasser inscribió en AGADU, de modo que pudiera cobrar los derechos de su obra, trascendiendo así las barreras que la sociedad dispone para quienes ni techo tienen. Luego, con las palmas puestas en el cielo, sonó un clásico del invitado: El camino de siempre.
A continuación, un rinoceronte con alas llama a brindar a la salud del desertor y el desacato, interpretando Librepensador, que da nombre al disco homónimo (y que en el mismo, junto a Sebastián Teysera) llama a prender fuego las insignias, como oportunidad de liberación. Continúa “el juego del rock” Malandra, que desde sus visuales narra junto a la canción el devenir de aquellos fragmentos de esta sociedad, rotos y arrojados a la basura, que se vuelven surcos de violencia en los genéricos rostros cargado del desprecio hijo de la indiferencia.
“Se lleva la hojarasca un barrendero…”
El espectáculo comenzaba su fin y el giro se tornó hacia los clásicos que, fuera del nuevo disco, componen una referencia ineludible con su público. Montevideo fue la primera de ellas. Luego, fiel a quien mantiene luego de 20 años sin dormir sus raíces intactas, se presenta el homenaje a Pablo Rey Lacone, a través de El Gitano (que también integra el primer disco del proyecto solista del artista, Poética Murguera). Quizá, lo nuevo en lo viejo son los lenguajes que suman su arte, como son los visuales que muestran cómo ante la tozudez de la personalidad de un artista barrial que avanza sobre un horizonte tenebroso, pese a todo, sobre sus barquito de papel o cómo una botella que se arrastra a la deriva, llevando dentro el papel, que contiene su mensaje. El final fue acercándose cada vez más, mientras los clásicos fueron diciendo presente. Así, con la amenaza de la inminente despedida hicieron su paso por el espectáculo Poética murguera, Vivir (canción final de la murga en su espectáculo “El fin del mundo”, 2006) y, en un cierre cada vez más orientado al barrio adoptado desde el cariño y la identidad, Los Draculatecas y el himno de Huracán Buceo.
Sin embargo, fiel a la murga y su identidad, la despedida buscó por todos los medios no abandonar el escenario hasta que el último segundo así lo dictamine. Por eso, contra la tiranía del tiempo, El Umbral, El tipo de la radio, El gorrión, El murguero oriental lograron adentrarse en el repertorio, no sin antes permitirse el lujo de despedir la noche interpretando El tiempo, junto a la voz de Juan Carlos Baglietto.
Así, Tabaré Cardozo festejó junto a su gente, su banda y la sala que le vio dar sus primeros pasos como artista nacional. Se celebraron, ni más ni menos, que veintitrés años de carrera. Volvé a tu casa es la consigna de la sala y así se respiró en el ambiente, invitando a imaginar que así mismo debió de ser el estreno de Poética Murguera.
Por lo pronto, resonaron en la sala las palabras de Baglietto, quien dijo en referencia del anfitrión que “Tabaré es un tipo generoso”. Y es que por los espacios brindados a sus invitados, los reconocimientos a gestos tan humanos que contrastan en tiempos de sociedades resquebrajadas, por el agradecimiento a quien paga la entrada y con ella el salario del trabajo que hace posible el encuentro, por el destaque a aquella familia que, perdiendo un querido familiar, aún así viene a ver el espectáculo. Por eso, entre tantas cosas más, si será Tabaré Cardozo un artista que en tantos ámbitos, artísticos y también mucho más allá de ellos, puede darse el lujo de hablar de las fiestas murgueras, desde el lugar de quien tuvo, tiene y tendrá el privilegio de levantar la copa de campeón.
Consultado para este artículo, Martín Cardozo habló sobre qué significó el proceso que deriva en este nuevo disco de su hermano. Al respecto, señaló que «39 de febrero» “es un disco que muestra la increíble capacidad compositiva que tiene Tabaré. A mi me sigue asombrando la cantidad de universos que puede crear su cabeza y además de eso tener la virtud de poder llevarlos a tinta y a melodía con una justeza muy zarpada, pero sin perder ese primer espíritu de la canción”. En ese sentido, aclaró: “mientras que la industria tiende a sacar los temas de a uno y enfocarse mucho en el entretenimiento alrededor de la música, él saca un disco de 21 canciones. Eso también lo muestra tal cual es , vive ‘A contramundo’, alguien que está preocupado y ocupado únicamente en el arte que genera”.
Luego, consultado sobre qué etapa artística representa este proyecto, Martín señaló que “antes de que que salga 39 de febrero le pregunté si no le convenía guardar la mitad de las canciones y sacar otro álbum en 1 o 2 años, y me dijo algo así como: ‘pero esto es lo que quiero decir en este momento, andá a saber si después de ése tiempo tengo ganas de decir esto tal cual lo estoy diciendo ahora. Y dentro de 1 o 2 años, si tengo ganas hago más canciones’. Y claro , otra vez me dejaba de cara con la tranquilidad que lo decía, porque con lo que cuesta hacer una canción así de buenas como las que él hace… Pero es así, la canciones le brotan naturalmente, tiene ese don y además a eso le suma muchísimo trabajo, le dedica su vida entera. Así que no tengo ninguna duda que cuando se lo proponga saca otro discazo como este”.
A modo de cierre, cabe mencionar a los técnicos que complementaron el show; en la iluminación, Nicolás Amorin. En pantallas, Pocho Barceló. En monitores, Hugo Moroni.

*Artículo publicado originariamente en: Cooltivarte
Escelente critica