Somos como piezas
en una búsqueda frenética
por encontrar su lugar
Saltando de un lado al otro
evitamos el contacto
con nosotros mismos
La realidad abruma
y va más al hueso
que tu propia imaginación
El rumbo hacia lo distópico
lo marca el compás
del frenesí de la supervivencia
Disfrazado de bellos versos
se esconde el secreto
de que Nadie está dispuesto a renunciar a nada
Tedio, hartazgo, cansancio.
Los maniquís vamos atados
a las cadenas de nuestras prendas
Nos esclaviza el brillo
Y aunque es ya sabido
Aún así lo seguimos comprando
Nos adormecen
naturalizando la violencia,
que mientras encandila,
oculta el sufrimiento.
Cargamos sobre la espalda los errantes
nuestro desafío constante
de no caer en lugares comunes;
Testaruda necesidad la de vivir otros escenarios
¿Qué hay más allá de lo que somos?
¿La eclosión de un mundo nuevo?
¿O el miedo crudo a que la vida caiga en saco roto?
¿Habría mundo nuevo si las prácticas son las del viejo?
El ego me clava sus fauces
Y los muros se levantan
para protegerse de una guerra conmigo mismo
La necesidad de lo desconocido
Parece ser la espada
que da muerte a la bestia
«Mira lo que te hice sentir»
me digo frente al espejo
escupiendo mis dientes ensangrentados.
No soy mi ego, me digo.
«¿Qué soy?», me pregunto,
El eco de mi cabeza responde:
«Y… Sos».
El ser, es.
Antes que verde,
El árbol es árbol.
Y vos sos, la condena a ser libre.
Las riendas que queman
las tomo con más fuerza
y el galope lleva a tu encuentro.
Salí del encierro,
y entendí que el éxito de empresa
necesita consolidar un nosotros.
La miopía de no ver más allá de mí mismo
me aterra hasta las entrañas,
confundiendo mis batallas con mis derrotas
¿o era viceversa?
¿De verdad soy este encuentro?
¿Seré las huellas del camino transitado?
Cuanto más lo pienso menos lo entiendo.
Pero quizá, todo se resuma a esto:
Somos pequeñas fichas
cayendo en efecto dominó.
¿Y ya está?