“Lo que nos sucede se nos parece”

¿Qué tengo que ver con lo que me pasa?

Me hubiese encantado que la primera respuesta que viniera a mi mente no hubiera sido “Todo”. Megalómana respuesta que la razón decapita al instante. 

No “Todo”, pero luego de meditarlo un instante, creo que la respuesta encamina hacia nuestras acciones más cotidianas. Las que realizo día a día, las que conforman mi día a día.

Temo por las rutinas. O quizá, ellas temen por mí. En ellas me pierdo para encontrarme grotesco, sedentario, tosco, callado. Pero eso no es nada comparado con el reflejo de la comodidad. Ahí es cuando el fondo se desfonda y el ego se convierte en un caballo que reclama un poco de piedad ante la neblina y el polvo que, de seguir galopando, lo terminará desbocando. El problema es que antes de resurgir, una etapa previa es necesaria.

Lo grotesco, sedentario, tosco, callado y cómodo de uno da el manotazo de ahogado. 

No se quiere ir.

La cancha, en la que antes calentaba el dulce juego del más sano disfrute

sucumbió ante el barro que deterioró el espacio compartido.

¿Y si querés jugar de nuevo?

Atesorar esos momentos, que son la llama que alumbra los puentes,

que voy a tener que transitar.

Porque si, el camino se transita.

Y es uno sólo; 

aunque divises veinte mil horizontes,

los pies caminan hacia uno sólo. 

Entonces, sin arrastrar cadenas,

sin penar,

sin pesares,

elegir.

Recuperar el placer

de ser uno mismo

para que al perderse

uno se encuentre.

Frená. No te engañes.

No todo es correr para adelante,

seguir al rebaño,

y mucho menos precipicio abajo.

Son tiempos locos.

Defendé al amor, 

Abrazalo vos,

y disfruta cuando te abrace.

Replanteá.

Respira.

Soltá.

Salí.

Viajá.

Viví.

Amá.

Organizá tus prioridades.

Bajá a la tierra tus anhelos

de volar más alto que el cielo,

de recibir reconocimiento

y metele enserio

que la vida es más que brillo

y vos buscas la ganancia de ser.

Enorgullecete,

que tus más molestos escombros

no tapan una vida construida

sembrada de entre las rocas

y cosechada con flores que se burlan de la muerte

habilitando los mimos de la vida.